sábado, julio 22

Arte efímero

¿Servirá de algo esto de leer novelas, o escribirlas, o ver películas y después escenificarlas? El jueves me emperré en construir un performance en el que reproducía una secuencia de un baile en una peli. No, decía, así no era como bailaban. Y volvíamos a empezar. Divertido, mágico. El caso es que terminé reproduciendo la película completa, al tiempo que contaba mi propia versión sufridora a un amigo por Messenger (pobre). Claro que no me di cuenta de esto último en el momento, sino hoy. Narradora al fin…
Hace años me llamó un amigo que ahora, casualmente, es cineasta y me dijo: “acabo de ir a ver una película china que tenemos que ver juntos. Hacen lo mismo que nosotros, se ponen a actuar historias y películas, sufren mucho y al final todo acaba en tragedia”. Fuimos a verla y nos reímos mucho de nosotros mismos.
Otra cosa que inventé hace años fue “la semana de colores”. Se trataba de que el primer día teníamos que vestirnos de rojo, por ejemplo, escribíamos un poema con el tema del rojo, pintábamos algo de rojo, comíamos puras cosas rojas y sentíamos en rojo. Para esto último, teníamos que construir vivencias hasta lograr el color en las emociones. Al otro día era azul, al otro verde y así toda la semana. Jugar a ese tipo de arte efímero es peligroso, una termina perdiendo a sus amigos. Afortunadamente nos dimos cuenta y cancelamos desde el principio. Pero está el gusanito de hacerlo alguna vez en la vida.
Eso de que tu propio cuerpo y tus emociones y tu entorno sean la materia prima de una obra que ni va a durar se parece demasiado al teatro, ya sé. Y es bellísimo.
Trabajar directamente con materiales de ficción es peligroso, jugar con ellos es ya suicida y, sin embargo, delicioso, doloroso, inevitable (esto último, porque generalmente ni cuenta te das). Los actores son peores a la hora de mezclar realidad y ficción. Ese es mi consuelo.
Bueno, ya.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El riesgo de la teatralidad hecha primera vida, es precisamente el giro del aliento que nos entregará ya sin temor a lo terrible, y ahí nos mantendremos, pues es nuestra fuerza que de las cenizas, los gestos y los guiños, germinará siempre un nuevo vivir, robustecido, doblemente portentoso.

Un abrazo, Dulce.

Eliot

Ismael Lares dijo...

Ver películas y no identificarse con los personajes es un acto bastante hipócrita, o tal vez, soberbio. Qué chido! Todos llevamos un superman o un casanova o una monster dentro, a poco no.

Dulce M González dijo...

Hola, chilango: Me dio gusto escuchar tu ponencia y conocerte personalmente durante el encuentro. Aunque me hubiera gustado platicar más :P

Hey, Eliot!