sábado, septiembre 16

Días de lluvia

Literespacio / Días de lluvia
Por Dulce María González
El Norte

Lluvia

¿Por qué será que con la lluvia nos ponemos nostálgicos? Eso me pregunté el jueves pasado. Por primera vez en los últimos días el Sol asomaba a ratos y el perro estaba desesperado por salir. Si los perros se fastidian tanto en la época de lluvias, pensé, es porque no saben leer.
Tampoco parecen tener la fuerza para salir adelante en semejantes momentos adversos: mientras todos en la casa nos entretenemos viendo alguna película, ellos voltean hacia la ventana, ven caer la pesada lluvia en medio de su depresión. Si los perros supieran manejar, si tuvieran que cruzar la ciudad inundada en plena hora pico, seguramente habría cantidad de suicidios caninos.
El caso es que los humanos del Siglo 21, incluso los muy lectores, por lo regular le sacamos la vuelta a los volúmenes extensos. Y es en los días de lluvia cuando recordamos el placer de los novelones: meternos a leer un libro durante semanas en las que el mundo desaparece de nuestra cabeza, que anda en otra parte, inmersa en otro universo que, al paso de las páginas, se nos convierte en cotidiano.
Para quienes pasamos la vida leyendo es muy común el ejercicio constante del "cambio de mundo". Salimos de un libro el domingo para entrar al próximo el lunes. Vamos con la semana. Estacionarnos en un solo texto nos resulta difícil. A los humanos del Siglo 21 no nos gustan los estacionamientos. Lo anterior significa una gran contradicción, ya que por lo regular nos provoca tristeza terminar los libros que leemos.
El año pasado vi una película que me encantó: "The door in the floor" (Estados Unidos, 2004), de Tod Williams. El lenguaje cinematográfico, muy hollywoodense, dejaba mucho que desear, pero el manejo de la trama resultaba en momentos asombroso.
En su visión pragmática de la interpretación, el teórico estadounidense Richard Rorty nos aconseja hacer a un lado el intento de saber cómo es realmente un texto y nos anima a utilizarlo para nuestros propósitos. En el fondo, lo anterior es solamente una palmadita en la espalda para quienes, como yo, nos andamos buscando en lo que leemos.
Sin embargo, asegura Rorty, hay textos que no se dejan usar. En vez de ayudarnos a conseguir lo que deseamos, nos llevan a "cambiar los propios propósitos". El extraño encuentro con estas historias, con estos personajes, nos reordena, nos reacomoda en el mundo.
John Irving
El caso es que me sorprendió enterarme de que el film de Williams estaba basado en "Una Mujer Difícil" ("A widow for one year", 1998), de John Irving, escritor estadounidense a quien siempre había considerado muy menor, literariamente hablando. Aún así, busqué el libro. Me topé con un novelón de cerca de 700 páginas, mismo que terminé de leer durante las lluvias, feliz de la vida mientras mi perro se moría de tristeza.
Rodrigo Fresán, periodista y escritor argentino y gran admirador de Irving, asegura que sus novelas no se pueden reseñar y que, como sucedió con "El Mundo Según Garp", uno de sus primeros éxitos editoriales también llevado al cine, sólo podemos afirmar que las historias resultan muy "irvingianas".
Por mi parte, puedo decir que "Una Mujer Difícil", cuya primera parte (en la cual se basó la película de Williams) resulta muy superior a la segunda, contiene tres relatos infantiles y sus comentarios, deliciosos recuerdos de la niñez, un viaje a Ámsterdam, un manual de manejo, varias biografías trágicas, una historia de amor, un paseo por el barrio chino de Hamburgo y una serie de consejos para ganar al squash, entre otras cosas extrañas y no menos disfrutables.
Contiene, también (cómo olvidarlo), un terrible momento de angustia: cuando uno de los protagonistas, Ted Cole, le cuenta a su hija Ruth, mientras maneja por primera vez el automóvil de su padre, la forma en que sus dos hermanos murieron en un accidente automovilístico antes de que ella naciera.
Al final, la polémica de si Irving es o no un autor comercial pasa a segundo plano cuando afuera llueve y una se echa a caminar entre esa gente a la que le suceden eventos extraordinarios, felices o terribles que nos cambian los propósitos y nos provocan sentir que, para los humanos del velocísimo Siglo 21, todavía es posible estacionarse en un libro.

4 comentarios:

Óscar David López dijo...

Eit, yo vi esa pelí contigo, recomendados por Andrés. Yeah. Yeah. Besos desde mi barrera madrileña frente a la Gran Vía.

Òudi-Ló.

Dulce M González dijo...

Apareció el poeta... ¿Te acuerdas que lo primero que hicimos al salir fue buscar en los carteles el nombre del guionista? Fue en plaza real, después fuimos a un café del primer piso a platicar de la peli.
Feliz estancia madrileña, my dearest friend, y nos vemos en el invierno italiano. Hope so.

Denise dijo...

Hasta que encuentro un blog direrente a todos los otros que tenían diferentes diseños de todos colores y sabores, pero con el mismo contenido!!

Saludos!!

Dulce M González dijo...

Hey! Gracias por el comentario. Fui a tu blog. Vengo regresando. Baudrillard, Agamben, la disolución de lo real... Está padre.