sábado, enero 20

Mensaje para Galip

Literespacio / Estambul, Pamuk y el secreto de los rostros
Por Dulce María González
El Norte
Estambul

La primera palabra que me viene a la mente al intentar hablar de la escritura de Orhan Pamuk, autor turco recientemente galardonado con el Nobel de Literatura, es: "abundante".

Más allá de la hondura filosófica presente en cada una de sus líneas, del profundo conocimiento que evidentemente posee de las tradiciones literarias de Oriente y Occidente, los complicados arabescos en sus construcciones verbales, en sus imágenes, en el desarrollo de la trama y de las ideas significan un reto para el lector.

Al leer las primeras páginas de "El Libro Negro" surge la sensación de que su escritura nos expulsa, puesto que somos incapaces de traducir el significado de un misterio cuyas profundas claves culturales, filosóficas y antropológicas desconocemos.

Lo interesante viene cuando advertimos que la novela trata, precisamente, de la experiencia que en ese momento vivimos: el intento de penetrar el misterio de "lo otro intraducible", lo ajeno, lo desconocido.

Galip, joven abogado de Estambul, emprende la búsqueda de su esposa Rüya, quien ha desaparecido dejando una carta de 19 palabras. Su investigación está centrada en las pistas que durante años ha sembrado el escritor y columnista Celâl Salim, primo de Galip y hermanastro de Rüya, en los artículos que escribe a diario para el periódico "Milliyet" (¿no te suena conocido?), muchos de los cuales son insertados por el autor a lo largo de la novela.

En su obsesivo intento de encontrar "las señales del significado y el significado de las señales", Galip recorre intrincados laberintos verbales, urbanos, subterráneos; indaga historias de gente que cuenta historias que a su vez conducen a historias; investiga en libros que llevan a libros que se multiplican en libros, al tiempo que recorre las calles, los bazares, los burdeles y los pasajes subterráneos de una ciudad compleja y fascinante.

El resultado es la creación de un universo propio intrincadísimo en el cual los personajes mismos remiten a universos literarios enciclopédicos. Celâl se desdobla en el poeta y místico sufí Mevlâna Celâleffin y Galip en el Jeque Galip, autor del poema místico "Hüsn y Ashk", cuya historia transcurre paralela a la trama de la novela.

Para descifrar el misterio de su propia historia no le basta a Galip su memoria; como en toda lectura, debe apropiarse de la memoria del otro, ponerse en su lugar, desear ser ese otro a la vez que desea encontrar lo más amado (su esposa) y, en el fondo, más allá de todo pretexto, encontrarse: "pensé en él porque podía pensar en mí por medio de él", asegura.

A partir de aquí, el mundo se convierte en un océano de pistas, un misterio que es posible develar a través de la lectura no sólo de textos, sino también, y principalmente, de caras.

Aprende entonces cómo los hurufíes descifraban las letras que Alá imprimió en el rostro de cada ser humano, a la vez que avanza en la lectura de cartas, mapas, fotografías, libros.

La creación de un universo literario complejo nos recuerda al "Ulises" de Joyce o al "Paradiso" de Lezama. El laberíntico recorrido de Galip por las calles de Estambul en busca de señales de escritura evoca a "La Trilogía de Nueva York" de Paul Auster, en donde un personaje se dedica a trazar letras al caminar por las calles (una escritura que sólo puede ser vista desde un helicóptero).

Por otro lado, el encuentro de la propia identidad, ya no en la búsqueda del padre, como se presenta en la tradición grecolatina (al menos no de manera intencional y directa), sino en la de la pareja, presente también en Murakami, refiere a la búsqueda de lo propio en lo ajeno y señala el interés de tantos autores contemporáneos preocupados por el enfrentamiento de géneros, de la tradición y la modernidad, de Oriente y Occidente.

Entrar al laberinto de casi 600 páginas de "El Libro Negro" es una experiencia límite. Algunas somos incapaces de soltar el libro durante horas, otros empezarán a interesarse en la mística sufí o desearán aprender cómo los hurufíes descifraban las letras ocultas en los rostros. Otros más desearán marcharse a Estambul y transformarse en otro, una vez descubierto el misterio capaz de colmar de sentido el vacío rostro del hombre contemporáneo.

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