sábado, enero 6

Tallerear, caminar, morirse de frío

Literespacio / Tallerear, caminar y morirse de frío
Por Dulce María González
El Norte
Italia

¿A quién se le ocurre tallerear en un pueblito italiano perdido entre las montañas de Friuli, muy cerca de la frontera con Eslovenia, al fin del mundo? Nada menos que a nuestro viajero Óscar David López y a mí.

En Bordano del Friuli hay un solo bar, el cual es comandado por la legendaria Paula, argentina bonaerense arribada a estas tierras hace más de 15 años. Es ahí donde nos sentamos a escribir tan quitados de la pena mientras los parroquianos nos miran con cara de aburrimiento.

"¿Qué tanto escriben?", preguntan como quien desea entender las manías de un extraterrestre. "Novela", respondemos. "¿Los dos escriben la misma?", "por supuesto que no", aclaramos, "cada quien trabaja en la suya", y nos metemos a explicar los pormenores del arte del tallereo.

Los atardeceres invernales del Friuli son color rojo sangre, como si alguien prendiera fuego a las nubes. Y apenas oscurece, a una le entra la urgencia de buscar la chimenea más cercana. Entonces escribir muy cerca del fuego, preguntar de pronto por alguna palabra, leer capítulos en voz alta, y comentar, y corregir. Como si el mundo se hubiera quedado dormido para que Marijose juegue con sus primas y su mamá escriba y lea su novela de Pamuk y, a su vez, Óscar escriba y lea su novela de Piglia.

En Venecia entramos a todas y cada una de las librerías que se nos atraviesan. Permanecemos horas dentro mientras los familiares de la pequeña se congelan. Fuman, toman café en alguna terraza, aguardan nuestro regreso entre los callejones o en las estrechas escalinatas de los puentes.

Al norte de Italia, Isabel Allende es best-seller. Se ofrecen libros de Saramago, de Neruda, de Baricco, de Orhan Pamuk, sólo porque le dieron el Nobel. Se ha traducido en su totalidad la obra de Yoshimoto, y Mondadori acaba de sacar una colección con la obra completa de autores como Mishima, Pasternak, Hölderlin, Forster, Pirandello y Miller.

Para alimentar nuestra envidia, los libros de bolsillo cuestan entre 6 y 10 euros (de 90 a 150 pesos) y en las ciudades pequeñas hay una librería grande y bien surtida en cada calle del centro.

Sin embargo, contrario a lo que sucede en ciudades como Madrid, la gente acá no lee en los trenes ni lleva libros al café (aunque sí se leen ahí los periódicos), no posee libreros en sus casas ni mucho menos libros. ¿Cómo sobreviven entonces las numerosas librerías? Supongo que, similar a lo que sucede en México, éstas se sostienen de la venta de publicaciones comerciales de baja calidad (libros sobre motivación y best-sellers), revistas de modas, publicaciones sobre chismes de las estrellas, revistas y semanarios de deportes.

Por otro lado, ni la gente ni los medios parecen interesados en el tema en lo más mínimo. Contrario a lo que sucede en México, nadie acá habla de la lectura como un asunto que merezca atención.

Alrededor del mundo, los lectores y escritores nos vamos convirtiendo en gente no tan común y corriente que digamos, hombres y mujeres atados a un vicio extraño, una manía que pocos son capaces de entender.

Todavía en el siglo pasado se pensaba que la lectura era un pasatiempo improductivo, una actividad que provocaba a los jóvenes echarse a soñar, alejándose con ello de la realidad y, principalmente, de sus obligaciones.

Ahora que la prioridad es echar miles de dólares a un pozo con tal de que los ciudadanos nos sintamos seguros, ahora que la moda es protegerse del "enemigo", como quiera que se llame éste, sacrificando con ello la libertad, el desarrollo del pensamiento, de las artes, de la cultura, ahora mismo en el norte de Italia o en México la gente no lee en el metro, ni en los trenes, ni en el camión. No porque los libros nos lleven a soñar, sino simplemente porque hemos olvidado esa opción.

Quizá por eso, tallerear al norte de Italia o en cualquier café de Monterrey me provoca sentirme miembro de una secta, una cofradía para la cual las palabras son el mayor reto, una minoría que es posible reconocer al entrar a una librería del Friuli o de cualquier parte del mundo y comprobar que, olvidada del terrorismo, indiferente a los embates del maligno a nivel mundial, está de pie ante el estante de "narrativa contemporánea" o tiene un libro de Coetzee entre sus manos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Great posts, nice to see you around again. Tought you quit, but now I see you where traveling... nice Italian-Mexican post/review... sounds it was great.

Best,

Chris

Dulce M González dijo...

Yes, Chris, Im back (sono ritornata). Thanks for the visit and my best hopes for the new year. Auguri-