
sábado, junio 23
El talentoso Herralde

sábado, junio 16
Listo
viernes, junio 15
Ya llegué
jueves, junio 14
Todos me abandonan
Pues nada, que José Luis Molina se nos fue a sembrar frijol (o a oreñar vacas, no estoy segura) a un pueblito del Estado de México donde, según se ve en el google maps, no hay nada. Pues que le aproveche. Por su parte, Óscar corrió tras un nuevo amor al De Efe y amenaza con que el romance va para largo. Resultado: mientras nuestro par se divierte en lejanos páramos, aquí trabajamos como negros en la publicación. Así es la injusticia.
La que escribe se va, pero sólo a su cama.
Ciao, ce vediamo,
martes, junio 12
Martes
Una experiencia singular esta de encontrarte con gente de la infancia. Hoy me entrevisté con Eduardo, hermano de Tere, gran amiga de la secundaria a quien acabo de recuperar. El motivo era conversar sobre su tesis de maestría. Mientras hablábamos, no podía evitar el intento de hacer coincidir la imagen de aquel muchacho de cabello largo, inteligente, reflexivo, silencioso y de actitud contracultura, con el señor que tenía enfrente.
Me dijo que, cuando se recibió, le regalé un "anillito". Por más que intento no logro recordarlo. Más allá del momento, perdido en la memoria, intento verme a los 15 o 16 años, entregando un regalo a un chico mayor, cuya actitud me inspira curiosidad y respeto (eso sí lo recuerdo, cómo lo veía). ¿Quién es esa niña?, me pregunto, y se me dificulta aceptar que esa de la anécdota soy yo. Sé que yo soy muchos yos, muchas dulces que difícilmente pueden verse en la unicidad de lo que soy, que no existe. Pero esa de la secundaria es la que menos se me parece.
De acuerdo a Zizek, la verdad está justo en el hiato (en la grieta) en el que algo o alguien (yo en este caso) muestra la imposibilidad del acceso: dejarse conocer (una a una misma, por ejemplo) como algo total, cierto. O sea: la verdadera yo no es la niña del anillito, ni la que platicaba con Eduardo hoy a mediodía, ni la que escribe en este momento, sino que está justo en el paso de una a la otra, justo en lo que hace imposible verlas como una sola.
***
Aquí está una reseña del Encuentro "Voces de la frontera", escrita por Alejandro Rosales, poeta de Cd. Victoria, en el periódico Expreso.
lunes, junio 11
Ajum
Comer, dormir, regar las plantas.
Sumergirse en una mesa de trabajo donde cabe el mundo, el propio, la esfera de cristal.
Las diferentes realidades se confunden y fusionan ante una taza de café, con el aire acondicionado encendido mientras afuera hierven las calles.
Como cuando Nancy se pregunta: "¿Quién me lo comentó hace poco?" (entra en pausa para hacer memoria) "Ah, claro", dice al fin, "fue Sócrates". La voz de los libros se le confunde con la gente. Los vivos con los muertos. Todo eso junto en el café de los lunes.
¿El Devenir de lo Virutal y la repentina Actualización, señor Deleuze? Acaso.
Hoy mi perro está contento. Navegamos juntos en nuestro barco, entre los árboles del parque a través de la ventana. Nos mecemos sobre esas aguas, como de costumbre.
Qué cálido.
La que escribe ha entrado a casa (esta página) y dice lo siguiente: la que escribe está escribiendo (ahora mismo, se entiende). Y así.
domingo, junio 10
Estos días
1) Lluvia cerrada en la carretera a Reynosa. Luis Aguilar habla sobre Abigael Bohórquez y enseguida pone un cedé. La presencia del poeta sonorense, su voz como un canto en la carretera. Después del espacio poético, nos bajamos a comprar cochinadas. Cocas, rufles, cacahuates. Para esta nueva atmósfera, la música de Felipe: Mecano en el Ipod. Ah, qué vida.
2) La lectura en un hotel de Reynosa y enseguida a McAllen. Buscamos un bar abierto a las 2 de la mañana. Del otro lado no hay afters. Okey, entonces un café sin cafeína, plis. La aberración de tomar una sustancia sin sustancia. Beberse la ausencia a tales horas.
3) "En cuanto al número uno", dice Freddy. El temor y el cansancio. Esto tan raro de ser una misma y que no haya remedio.
4) Otra lectura por la mañana. Los escritores de Tamaulipas y los de Texas y los colados (Luis y yo).
5) Las cervezas del terror. Contar historias. También al escribirlas hay riesgos, lo que no hay es "testigos presenciales". Narrar es vulnerarse, aunque se digan mentiras. ¿Existirá la verdad?, ¿al menos alguna verdad? Quizá es justamente la mentira lo que la hace posible. De que aparece, aparece. Como un fantasma. De ahí el repentino quebrarse de los escritores. Crac. Hundida.
6) La colección de carteles y la silla y el teléfono. Esto que es una misma no está tan mal. A ratos no duele tanto y hasta se disfruta. Lo había olvidado.
7) Al llegar a Monterrey pregunto al chofer del autobús si me puede dejar en Colón y Féliz U. Gómez. "Sí puedo", responde, "pero no quisiera, es un lugar peligroso". "Vengo del peligro", le aseguro, al recordar las bodegas de McAllen.
8) Ah, mi casa.
sábado, junio 9
Leante, Murdoch y un poema de verano
I. Viejos amores
Sucede de pronto. Al estar inmersos en lo cotidiano aparece la sospecha de que el pasado oculta un secreto importantísimo. Entonces, a partir de una suspensión de lo que venía siendo la vida se emprende un viaje mítico. Es el deseo de verse en la mirada del viejo amor. Indagar quién se es al recuperar un trozo de lo que se ha sido.
"Mira si yo te Querré" (2007), de Luis Leante, Premio Alfaguara de Novela 2007, documenta este tipo de hazañas.
Tal como afirma el acta del jurado, Leante posee fuerza expresiva y la historia, situada en la lucha de independencia del Sahara, está, efectivamente, bien contada.
Después de todo un periplo que incluye el matrimonio, el divorcio y la muerte de la hija, la doctora Montserrat Cambra deja Barcelona y se marcha al África en búsqueda de su primer amor.
Al terminar la lectura, en la que se entrelazan la historia de amor y la lucha independentista, queda la sensación de que faltó demasiado. Más allá de una técnica efectiva y de la acumulación de datos, da la impresión de que los personajes de Leante permanecen en la superficie.
La casualidad de haber leído "El Mar, el Mar" (1978), de Iris Murdoch, inmediatamente después, confirmó su mediocridad. Al lado del trabajo de Murdoch, la novela de Leante pareciera un simple apunte.
En lo que coinciden ambos textos es en la tesis de que quien busca, es raro que encuentre. Montserrat busca a su antiguo amor y no advierte que lo tiene enfrente. Por su parte, la trama de Murdoch aborda la otra posibilidad. Un famoso director teatral, que se ha pasado la vida buscando, decide retirarse a una pequeña aldea para escribir sus memorias.
Entonces la encuentra. Justo cuando no la buscaba reconoce a aquella joven en una aldeana avejentada que en nada se parece a su recuerdo. El hallazgo, espantoso en un primer momento, se transforma en encuentro consigo mismo y con su historia.
Las reflexiones de Murdoch en torno al cuerpo, al amor, al sentido de la existencia, parecieran empequeñecer en cada página los vanos intentos de Leante.
¿Qué sentido tienen la limpieza de la prosa o haber ganado un premio importante cuando el autor no es capaz de crear y sus textos carecen de sustancia?, ¿cuál era el objeto al sacar a Leante del anonimato? Los Alfaguara parecen alejarse cada vez más de la literatura. Así es el mercado.
Pienso en autores que, como Murdoch, no se conforman con contar una buena historia y penetran hasta el último resquicio de lo humano; también en quienes, desentendidos de la historia, juegan con las formas o con el lenguaje, o develan el mecanismo oculto de la narración. ¿Ganarían ellos un Premio Alfaguara? Lo dudo.
II. Nuevos poetas
Es jueves por la noche y en la Galería Regia está a punto de arrancar, por cuarto año consecutivo, el ciclo "Versos Veraniegos", organizado por la Dirección de Cultura de Monterrey y Conarte.
Después de las palabras de bienvenida de los organizadores, Nancy Garza lee un texto en el que realiza un recorrido de motivos, imágenes y preocupaciones presentes en lo escrito hasta ahora por Gabriela Cantú, quien es la poeta invitada esta noche.
Siempre es grato atestiguar los primeros pasos de una escritora, la manera como empieza a construir lo que serán su universo creativo y su obra.
Pero esta noche sucede algo más. Gabriela lee un poema de imágenes delicadas como si no estuviéramos presentes y estuviera ella sola, leyendo en su casa. El público guarda silencio y la atmósfera se llena de sus palabras. Cuando termina de leer, el hechizo se rompe. ¿Cómo fue que sucedió?, ¿en dónde estábamos?
Acostumbrada a eventos en los que el público habla en voz alta o se sale a mitad de lectura, el del jueves me recordó que la palabra posee una fuerza que en ocasiones, a pesar de la falta de respeto, con todo y la avalancha de libros mediocres y de premios inútiles, se impone.
Esto mismo sucede con el film "Iris" (Recuerdos Imborrables, 2001), donde Richard Eyre retrata a una Iris Murdoch bonachona, al tiempo que morbosea con el asunto del Alzheimer. Basta leer alguno de sus libros para entender que la Iris de la película no tiene nada qué ver con la escritora.
La palabra nos salva del intento de las grandes empresas fílmicas y editoriales de simplificarlo todo, nos ubica y nos restituye las verdaderas dimensiones de lo humano, se impone en un evento de poesía o en la soledad. Como la imagen del primer amor, integra lo aparentemente perdido.
Publicado en la columna Literespacio, sección Vida, del periódico El Norte. Monterrey, México