Literespacio / Letras por NL
Por
Dulce María González
El Norte
Por
Dulce María González
El Norte

Cuando Jaime Villarreal me invitó el año pasado a participar en el programa "Giras de autores de Conarte" me negué, pensando en lo difícil que sería ausentarme del trabajo durante toda una semana.
Este año decidí hacer un esfuerzo, viendo que todo el mundo regresaba transformado. ¿Qué les darán?, me preguntaba, cuando mis amigos escritores comentaban sus experiencias con cara de haber alcanzado la iluminación.
Este programa, promocionado en el Estado con el eslogan "Creadores de Nuevo León en tu municipio", tiene como propósito el fomento de la lectura a través de charlas impartidas por quienes nos dedicamos, precisamente, a leer y a escribir.
La idea es que seamos los propios creadores quienes pongamos nuestro granito de arena, intentando mostrar a la gente de las comunidades un ángulo diferente, tal vez más fresco, o más raro o, digamos, menos rígido o escolar, en relación al placer y los beneficios de la lectura.
Durante esta semana, en la cual anduve de municipio en municipio, descubrí que el entusiasmo de mis compañeros a su regreso se debía en gran parte al sentido de servicio de las presentaciones, conocidas por la comunidad literaria como "giras inter-ranchonales".
En estas giras organizadas por Conarte, muchos de los escritores locales caemos en la cuenta de que a veces pecamos de lo mismo que criticamos por otro lado. Hablo del centralismo, esa idea tan común de que nuestra ciudad es el Estado entero, una perspectiva empobrecedora que nos impide observar la multiplicidad de expresiones culturales de nuestras propias comunidades.
Lo primero que nos sucede en la gira es que nuestro pequeño mundo, formado por jurados de certámenes, personajes del mercado editorial, compañeros escritores o artistas y funcionarios culturales, es dimensionado ante la evidencia de que, en efecto, hay seres humanos dedicados a un sinnúmero de oficios para quienes lo que hagamos o dejemos de hacer los creadores carece de importancia.
Inmediatamente después de este tremendo golpazo al ego vienen los cuestionamientos: si esta gente no tiene la menor idea de nuestra existencia, si difícilmente advertimos nosotros la existencia de ellos, ¿para quién escribimos entonces?
La sorpresa es que la gente de las comunidades está ávida de este tipo de actividades, que los muchachos de las secundarias y preparatorias se interesan de verdad, participan, dialogan, que los maestros piden consejos acerca de autores y libros. Todo un proceso de aterrizaje en relación a nuestra realidad, a nuestras posibilidades y necesidades, y carencias.
En lo personal, me tocó compartir la aventura con Coral Aguirre que, como buena narradora y tal como me sucede a mí misma, no batalla a la hora de ponerse a platicar con la gente de sus anécdotas como creadora y de sus experiencias de lectura. Una mancuerna muy conveniente. Al grado de que muy pronto advertimos que, como a Batman y Robin, a Coral y a mí se nos da salir adelante por medio de la acción a dúo.
Si a ello agregamos las oportunas intervenciones de Jaime Villarreal, experto en sacar del hoyo a creadores empantanados en sus propias elucubraciones, el resultado fue, al menos desde mi perspectiva, alentador.
Los días de gira inter-ranchonal, agotadores, cargados de experiencias, de diálogo enriquecedor con la gente de las comunidades, de conversaciones sin fin en los trayectos por carretera, llegaron a su fin el viernes. Una verdadera confrontación en el sentido de nuestra labor como creadores, sobre todo a la hora de abrir el periódico y enterarnos de los movimientos políticos en el área de cultura, las estrategias y manipuleos protagónicos, la preparación de los grandes eventos, etcétera.
Lo anterior me recuerda una secuencia de la película "Contacto", cuando después de viajar y arribar a un lugar muy lejano (creo que a otra galaxia), la protagonista toma un grano de arena y lo observa con asombro. En ocasiones el sentido de lo que hacemos se nos presenta en lo más cercano a lo que somos, en lo sencillo y pequeño, en lo propio.
Este año decidí hacer un esfuerzo, viendo que todo el mundo regresaba transformado. ¿Qué les darán?, me preguntaba, cuando mis amigos escritores comentaban sus experiencias con cara de haber alcanzado la iluminación.
Este programa, promocionado en el Estado con el eslogan "Creadores de Nuevo León en tu municipio", tiene como propósito el fomento de la lectura a través de charlas impartidas por quienes nos dedicamos, precisamente, a leer y a escribir.
La idea es que seamos los propios creadores quienes pongamos nuestro granito de arena, intentando mostrar a la gente de las comunidades un ángulo diferente, tal vez más fresco, o más raro o, digamos, menos rígido o escolar, en relación al placer y los beneficios de la lectura.
Durante esta semana, en la cual anduve de municipio en municipio, descubrí que el entusiasmo de mis compañeros a su regreso se debía en gran parte al sentido de servicio de las presentaciones, conocidas por la comunidad literaria como "giras inter-ranchonales".
En estas giras organizadas por Conarte, muchos de los escritores locales caemos en la cuenta de que a veces pecamos de lo mismo que criticamos por otro lado. Hablo del centralismo, esa idea tan común de que nuestra ciudad es el Estado entero, una perspectiva empobrecedora que nos impide observar la multiplicidad de expresiones culturales de nuestras propias comunidades.
Lo primero que nos sucede en la gira es que nuestro pequeño mundo, formado por jurados de certámenes, personajes del mercado editorial, compañeros escritores o artistas y funcionarios culturales, es dimensionado ante la evidencia de que, en efecto, hay seres humanos dedicados a un sinnúmero de oficios para quienes lo que hagamos o dejemos de hacer los creadores carece de importancia.
Inmediatamente después de este tremendo golpazo al ego vienen los cuestionamientos: si esta gente no tiene la menor idea de nuestra existencia, si difícilmente advertimos nosotros la existencia de ellos, ¿para quién escribimos entonces?
La sorpresa es que la gente de las comunidades está ávida de este tipo de actividades, que los muchachos de las secundarias y preparatorias se interesan de verdad, participan, dialogan, que los maestros piden consejos acerca de autores y libros. Todo un proceso de aterrizaje en relación a nuestra realidad, a nuestras posibilidades y necesidades, y carencias.
En lo personal, me tocó compartir la aventura con Coral Aguirre que, como buena narradora y tal como me sucede a mí misma, no batalla a la hora de ponerse a platicar con la gente de sus anécdotas como creadora y de sus experiencias de lectura. Una mancuerna muy conveniente. Al grado de que muy pronto advertimos que, como a Batman y Robin, a Coral y a mí se nos da salir adelante por medio de la acción a dúo.
Si a ello agregamos las oportunas intervenciones de Jaime Villarreal, experto en sacar del hoyo a creadores empantanados en sus propias elucubraciones, el resultado fue, al menos desde mi perspectiva, alentador.
Los días de gira inter-ranchonal, agotadores, cargados de experiencias, de diálogo enriquecedor con la gente de las comunidades, de conversaciones sin fin en los trayectos por carretera, llegaron a su fin el viernes. Una verdadera confrontación en el sentido de nuestra labor como creadores, sobre todo a la hora de abrir el periódico y enterarnos de los movimientos políticos en el área de cultura, las estrategias y manipuleos protagónicos, la preparación de los grandes eventos, etcétera.
Lo anterior me recuerda una secuencia de la película "Contacto", cuando después de viajar y arribar a un lugar muy lejano (creo que a otra galaxia), la protagonista toma un grano de arena y lo observa con asombro. En ocasiones el sentido de lo que hacemos se nos presenta en lo más cercano a lo que somos, en lo sencillo y pequeño, en lo propio.